«Ha llevado tan lejos la dicotomía de las funciones públicas y privadas, la familia y el trabajo, que ya no sabe encontrar en su persona ninguna conexión entre ambos mundos. Cuando su trabajo lo lleva a asesinar a alguien no se considera un asesino ya que no lo ha hecho por inclinación personal, sino a título profesional. Por pura pasión, él no mataría ni una mosca» escribió Hannah Arendt antes de que su obra Eichman en Jerusalén provocara una tormenta moral e intelectual sintetizada en una expresión que sigue proyectando su ominosa sombra sobre las atrocidades de nuestro tiempo. La «banalidad del mal» (o, si se prefiere, la pedestre vulgaridad del malvado) es también el asunto que afronta Slavenka Drakuli263; en su viaje al corazón de las tinieblas balcánicas. ¿Qué son, monstruos patológicos o seres ordinarios? ¿Cómo es posible que individuos perfectamente respetables se envilezcan hasta el extremo de participar en el exterminio de sus vecinos? ¿Cómo es posible que los miembros de sus tribus respectivas celebren la abyección y protejan luego al abyecto? ¿Qué haríamos nosotros, inocentes criaturas, en circunstancias similares? Éstas son algunas de las preguntas que se hace la autora tratando de explicarse los móviles y los principios éticos de quienes perpetraron indecibles fechorías durante el conflicto yugoslavo de los años noventa. Drakuli263; maneja fuentes muy diversas, pero su reflexión deriva principalmente de lo observado en los juicios por crímenes de guerra celebrados en La Haya. A partir de esas observaciones elabora escalofriantes retratos de individuos conocidos o anónimos acusados de asesinatos, violaciones o torturas, entre ellos Slobodan Milo?evi263;, ex presidente de Serbia, Radislav Krsti263;, primer condenado por genocidio , Biljana Plav?i263;, única mujer procesada, y Ratko Mladi263;, jefe del ejército serbiobosnio, que sigue prófugo. Pero el eco de las preguntas aquí planteadas rebasa las fronteras de la difunta Yugoslavia. ¿Nos alzaremos, como el fariseo parabólico, a proclamar una virtud construida sobre la maldad ajena? ¿Sabremos hallar entre nosotros (o tal vez en nosotros) a quienes han sepultado la piedad bajo el pesado obelisco del amor a la patria?
Slavenka Drakuli263; es licenciada en literatura comparada y sociología por la universidad de Zagreb. Tras una brillante trayectoria como periodista, narradora y ensayista, se vio obligada a abandonar Croacia a principios de los noventa cuando algunas de las revistas más importantes (y nacionalistas) de su país la declararon «insuficientemente patriota». Con una extensa obra traducida a más de 15 idiomas, Drakuli263; es uno de los autores croatas más leídos en todo el mundo. Al castellano se han traducido sus novelas Piel de mármol (Grupo Libro, 1992), El sabor de un hombre (Anagrama, Barcelona, 1999 y 2001) y Como si yo no estuviera (Anagrama, 2001). Vive entre Estocolmo y Zagreb.