Las migraciones siempre han despertado inquietud y temor allá donde se han asentado. La actual no es diferente a las pasadas y, de seguir las cosas así, las venideras no habrán experimentado cambios substanciales al respecto. Se habla sólo de los tópicos respecto a los inmigrantes, pero éstos a la vez también los tienen hacia los autóctonos. Los recelos y la desconfianza mútua sólo desaparecerán cuando se acepte que todos son necesarios en la sociedad, pero sobre todo cuando unos y otros se miren como ciudadanos: es decir, cuando haya pasado el tiempo necesario para conocerse. En ese proceso largo y no siempre fácil, para ninguna de las dos partes, será el inmigrante quien deberá hacer el mayor esfuerzo para conocer, adaptarse e integrarse a la nueva sociedad.