Testimonio estremecedor de la Guerra Civil española desde la mirada de un sacerdote, para quien la contienda fue un torturante drama de conciencia y cuya posición le hacía ver «en milicianos y revolucionarios, no anarquistas ni comunistas ni rojos, sino hombres, simplemente hombres arrastrados, Dios sabe por qué, a matar y a morir cuando los estremecía el ansia de vivir».«Desde aquellos primeros cañonazos del 18 de julio, la guerra fue para mí un torturante drama de conciencia. Mi angustia religiosa empezó ni un minuto antes ni un minuto después de la lucha misma. Recuerdo muy bien que la noticia de la sublevación del ejército de Marruecos me la dio un militar, amigo mío, al que me encontré cuando salía de la iglesia de confesarse. Me desconcertó profundamente que aquel hombre, que casi del confesionario se iba al Cuartel de la Montaña a hacer armas por propia voluntad contra sus hermanos, tratara de ponerse a bien con Dios y no sé si obtener su protección para este empeño homicida. Esta impresión de desconcierto debió de ser tan fuerte que aún hoy es la primera que sobresale entre mis recuerdos de aquellos días... Junto a ella, la de las angustias de los niños».