Después de la excepcional acogida nacional e internacional de Soldados de Salamina (Andanzas 433 y, en catalán, L’Ull de Vidre 8) creemos oportuno volver a poner en circulación la que fue la primera novela corta de Javier Cercas, una narración con la que cerraba el volumen de cuentos que con el mismo título publicó en 1987. Como afirma el propio Cercas, de aquel libro salva esta historia porque es la única en la que, dieciséis años después, todavía se reconoce. Al lector no le costará adivinar que toda la obra de Cercas está contenida y quintaesenciada aquí: los guiños borgianos, el irreprimible deseo de usar lo narrado como excusa para proponer un arte poética, el desarrollo argumental, preciso como un reloj, el gusto por la mise en abîme y, sobre todo, la ironía de una historia que siempre se vuelve contra el propio narrador. Además, la edición cuenta con un epílogo de Francisco Rico. A diferencia del consabido protagonista de muchas primeras novelas, el de ésta, Álvaro, es un escritor que no se lamenta de su suerte, sino que quiere comerse el mundo de la manera más planificada. Su desmedida ambición por escribir la «obra definitiva», que revolucione la historia de la literatura, no es menor que su dedicación y disciplina para lograrla. Como observa el propio Álvaro, en la creación hay un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve de transpiración. Sólo cuando necesita dibujar la trama vuelve sus ojos a sus vecinos: un matrimonio de recién casados, con algún apuro económico, un jubilado y una portera. Para su sorpresa, lo que ha perseguido con tesón acaba cumpliéndose, y el afán de representar verosímilmente un crimen real en la ficción le empuja a provocarlo en la vida real. Álvaro no sospecha que, a pesar de su propio afán perfeccionista y ambicioso, la realidad nunca es tan gobernable como una novela.