El periódico O Paiz anuncia en su primera página: la ciudad tendrá un Cristo Redentor en lo alto del Corcovado. En Urca, un casino recién construido se ha convertido en un gran centro de agitación social. El hotel Copacabana Palace, también flamante, recibe en sus salones a las más altas (y patéticas) figuras de la República. Todo parece ir muy bien en el Río de Janeiro de 1924, menos para los inmortales de la Academia Brasileña de Letras, que comienzan a morir, inexplicablemente, uno tras otro. Los «Crímenes del Penacho», según el lema con el que la prensa amarilla difundió los asesinatos, despertaron la curiosidad del comisario Machado Machado, un tipo común en el paisaje carioca a no ser por su pinta de seductor irresistible y su obstinación en probar que aquellas muertes no eran pura coincidencia. En su investigación, Machado Machado se enfrenta con una fauna exótica y muy peculiar, y las pistas para descubrir al asesino se encuentran en las páginas de esta novela, una deliciosa incursión por el Río de janeiro de la década de 1920, que Jô Soares conoce tan bien como el arte de hacer reír. Y de sorprender, como suele ocurrir con los autores de crímenes perfectos.