Aquella mañana en la que mi mirada se topó con su esencia, no imaginé hasta qué punto
mi vida cambiaría. Trastornó mi ser, mi mente y mi destino. Nuestra historia siempre
estuvo marcada y yo, sin sospechar, sería el mayor responsable de su más profunda
tristeza. Mi ángel introdujo su inocente mano en mi pecho y me conmovió, me estremeció
y cimbró mi vida hasta el punto de desear, con fervor, ser otro para poder merecerla. Lo
cierto es que mi mundo la alcanzó y nos cambió. Ahora sé que no existe un cielo oscuro,
que amanece; sin embargo, hay algo que debe terminar... a lo que debo ponerle punto
final para continuar.