Herman Melville (1819-1891), nacido en el seno de una familia puritana de Nueva York, tuvo una juventud aventurera: a los veintidós años se embarcó en el ballenero Acushnet, desertó dieciocho meses después, y tuvo que vivir una temporada entre caníbales en las Islas Marquesas. A pesar de que nunca recibió una educación universitaria –debido a su necesidad de ganarse la vida– escribió una de las obras más prodigiosas de la literatura universal: Moby Dick.
Moby Dick, o la ballena (1851) narra la historia del capitán Ajab, cuya sed de venganza le lleva a recorrer los mares sin descanso a bordo del ballenero Pequod en busca de Moby Dick, la enorme ballena blanca que, años atrás, le amputó una pierna en un feroz enfrentamiento. Toda su existencia gira en torno a una idea fija: volver a encontrarse con el monstruo, darle caza y acabar con su vida. Sólo entonces podrá descansar en paz.
Para Melville, la caza de la ballena se transforma en una epopeya mitológica donde los arponeros son como semidioses. Ajab guarda claras analogías con Satán, el dictador del infierno, el seductor, el viajero cósmico «entregado a una desesperada venganza». Su determinación y su espíritu rebelde e indomable llegan a confundirse con la fatalidad de su destino. El odio que siente hacia Moby Dick no proviene de la evidente superioridad física de la ballena, sino de la superioridad intelectual que él le atribuye.
Esta edición de Valdemar reproduce las cerca de 300 ilustraciones que realizó Rockwell Kent –uno de los grandes maestros de la ilustración en EEUU– para la histórica edición de 1930 de The Lakeside Press de Chicago.