El mundo es como un caleidoscopio en el que cada instante sucede algo nuevo que acapara nuestra atención, y es un desafío encontrar tiempo para involucrarse con el mundo espiritual. En cambio, quien guarda el Shabat tiene acceso a un lugar de dicha y armonía, un lugar en el que puede entablar una relación personal con su Creador, una relación en la que uno tiene conciencia del otro.
Se me ocurrió transmitirle el misterio del Shabat al lector a través de una narración en la que la heroína se encuentra en un lugar en el que tiene que enfocarse en lo espiritual porque no hay nada más. Y luego, cuando vuelve a su vida normal, su anhelo y desafío es encontrar su camino a ese estado de conciencia que gozó durante el Shabat, y aprender qué debe hacer para volver a él todas las semanas.
Al ver la reacción de Rab Moshe Schatz, kabalista, que fue rabino y amigo personal de mi esposo, z’l, cuando leyó mi libro, comprendí que había encontrado algo valioso que puede ayudar a muchos a llegar a su lugar personal en el Edén que nos está preparado, con el que podemos vincularnos en esta vida y en la eterna.