Quién sabe hasta qué punto nos importa llegar lejos, donde todavía los
balcones no han reaccionado y suponen densas novelas de juventud
colgadas en el aire. Sí, conseguir reprogramar la vida. De tal manera
que escribir consiste en intentar desbaratar un orden, instaurando una
duda. Reprogramar la vida. ¿Eso sería suficiente? Disponer de algún
magma, y a la vez de una llave que pueda abrirlo en todo su esplendor.
Que todo, ya, ahora, dependa de uno mismo. Desarrollar locura que seduce,
destornillar y abrir hacia adentro la ligereza del dominio artístico,
lunático. Tal vez escribo estas páginas para entrar en un diálogo con mi
padre. Una conversación diáfana en contra de la situación a la que estamos
atados. Eso ayuda. Las palabras tienen la suerte de estar vivas.