El año de 1879 representa para Nietzsche (1844-1900) un período de retraimiento en sí mismo. Tiene treinta y cinco años y ya ha aceptado su destino solitario. En Saint Moritz busca el aire limpio de las altas montañas y los más tranquilos y apartados senderos del bosque para poder deambular a gusto. En su intensa soledad, su propia sombra se erige en interlocutora de sus pensamientos y parece indicarle que para conocerse hay que desdoblarse. De esta manera el filósofo entra en estrecha comunión consigo mismo, con su sombra y con la naturaleza. El paseante y su sombra ;en palabras de su autor; pretende ser una «doctrina de la salud», una «disciplina voluntaria», que, a través de aforismos, se enfrenta principalmente a temas concretos de la historia, el arte y la moral. Su afán es la superación de los prejuicios morales, religiosos y metafísicos. Según Giorgio Colli, éste es indiscutiblemente el período más imparcial, científico y objetivo de toda su obra. Nietzsche cree que el hombre debe liberarse de todas las ilusiones que le tienen encadenado y, como un fino psicólogo, bucea en las profundidades del alma humana para desenmascarar como pocas veces se había hecho hasta entonces sus trampas ocultas.